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El verdadero Pinocho

martes, 8 de octubre de 2013


Texto de Carolina Fernández
Ilustración de Raquel Blázquez

Gepeto, se había pasado toda su vida haciendo marionetas para todos los niños y niñas de la ciudad. Era lo que mejor sabía hacer y era tan bueno haciendo marionetas de madera que cada vez parecían más persona y menos marioneta. Le gustaba mucho su trabajo porque sentía que hacía feliz a muchos niños y niñas. Sin embargo cada noche se acostaba deseando que un día al despertar cualquiera de sus marionetas se hubiera convertido en un niño de verdad.


En el país de los cuentos al revés, a veces los deseos de las personas buenas se cumplían, y como Gepeto era de las personas más buenas de todo el país, un día su deseo se hizo realidad.

La marioneta más diferente, más bonita y más graciosa de todas las que había hecho un día despertó a Gepeto gritando:



- ¡¡Puedo moverme, puedo hablar, puedo cantar, puedo gritar, soy de verdad!!



Gepeto no podía creerlo, la sonrisa se le salía de la boca de lo contento que estaba. Abrazó con fuerza aquella marioneta hecha niño y le prometió que todo iría bien y le cuidaría siempre.



- ¡¡Un momento!! - dijo de repente el hada que había hecho realidad el sueño de Gepeto. - Pinocho, que así se llama este niño, será feliz siempre y cuando sea sincero y verdadero.
- ¿Verdadero?- Pregunto Pinocho, sin entender nada.
- Verdadero, sí, tendrás que ser verdadero. Si no lo eres, tu nariz comenzará a crecer y crecer sin fin.



El hada desapareció dejando a Gepeto y Pinocho un poco desconcertados, pero estaban tan contentos que no le dieron mucha importante a aquello. Gepeto le contó cómo sería su vida ahora, Pinocho iría al colegio, tendría amigos y amigas, leería cuentos, jugaría con marionetas y descubriría un millón de cosas divertidas que hacer. Casi cuando llegaba la hora de irse al colegio, Gepeto se dio cuenta de que Pinocho todavía no sabía cómo era:



- ¡Ven! ven ante el espejo, todavía no sabes cómo eres, pero eres la marioneta más bonita de todas las que he hecho nunca.



Llevo a Pinocho frente al espejo y le explico una a una todas sus cualidades.



- Te hice de una madera especial, es más suave y más oscura que el resto de mis marionetas. Tienes los ojos más grandes para ver mejor y las piernas delgadas y finas para correr rápido y saltar alto. Eres único y diferente y eso te hace especial.



Pinocho no sabía muy bien si eso de ser único y diferente era bueno o no. Se miró al espejo, le gustó lo que vio y salió corriendo al colegio para encontrarse por fin con el resto de niños y niñas de la ciudad.



Pero cuando llegó y vio a todos aquellos niños, tan altos, tan claros, tan regordetes y tan simpáticos, pensó que él nunca sería como ellos, que no era más que una marioneta convertida en niño por un hada. Así que apenas habló el primer día de colegio. El resto de niños y niñas le miraban, le saludaban e intentaban jugar con él. Pero Pinocho se quedó en una esquina de la clase y del patio todo el día observando cómo eran los niños de verdad. Y se dio cuenta de que aunque las marionetas eran todas muy parecidas a él, los niños y las niñas eran todos muy diferentes.



- Así nunca les gustaré, nunca me aceptarán cómo si fuera un niño de verdad, no me parezco a nadie.



Pinocho llegó triste a casa, y no habló ni una palabra hasta que al día siguiente Gepeto le despertó para ir de nuevo al colegio. Pinocho lloraba diciendo que quería volver a ser una marioneta y Gepeto trató de consolarle diciéndole que se diera tiempo e intentara acercarse al resto de niños.



- No me parezco en nada a ninguno. Me insultarán, me darán de lado y serán malos conmigo. No quiero ser un niño.
- Pinocho, no tengas miedo, recuerda lo que te dijo el hada, sé verdadero, y todo irá bien.



Pinocho no entendía eso de ser verdadero, sólo entendía que no quería que nadie le insultara, así que se le ocurrió un plan. Y se dijo para sí mismo:



- Seré antipático e insultaré a otros niños, y así ningún niño se atreverá a meterse conmigo.



Mientras pensaba su plan, sin darse cuenta la nariz le iba creciendo poco a poco. El plan de Pinocho, por supuesto, no funcionó. Los niños al ver que Pinocho era un antipático con ellos, empezaron a insultarle, a darle de lado, y a no dejarle participar en los juegos.



- ¡Narizón, narizotas! ¡eres un antipático, con nosotros no vas a jugar!



Pinocho cada vez estaba más enfadado y era más antipático y eso hacía que su nariz cada vez fuera más grande. Pinocho no entendía nada y en realidad no estaba enfadado… sino triste y confundido.



Gepeto, había estado observando a su hijo sin decir nada. Pero veía que Pinocho necesitaba ayuda antes de que su nariz fuera tan tan grande que atravesará hasta las nubes. Así que le dijo:



- Pinocho, el hada te escogió entre todas las marionetas, por ser diferente. Eras la marioneta que había hecho con más cariño, la más parecida a un niño de verdad.



- ¡¡Mentira!! No me parezco en nada a los demás niños.
- Pero Pinocho si ningún niño es igual a otro. Las personas somos todas diferentes, nos podemos parecer más o menos pero no hay ninguna persona igual a otra. Y eso es lo que nos hace ser especiales. El hada te dijo que tenías que ser verdadero y para ser verdadero tienes que estar contento de ser tú.



Pinocho de repente sintió un gran alivio… no entendía muy bien por qué pero eso de saber que él no se parecía a nadie pero nadie se parecía a nadie más, le había gustado mucho. Así que puedo ser diferente y eso es bueno, pensó.



Pinocho al día siguiente fue al colegio mucho más tranquilo, dejo de ser antipático y comenzó de nuevo a observar a los demás niños y niñas. A los pocos días, además de empezar a encogerle la nariz ocurrió por fin lo que tanto deseaba, un niño rubio y de piel pálida le dijo:



- Ahora que ya no tienes cara de enfadado pareces mucho más simpático… ¿Cómo te llamas? ¿te gustaría jugar con nosotros?



Y así fue cómo nuestro amigo Pinocho, se dio cuenta de que ser diferente no era ni bueno ni malo. Se dio cuenta que eso de ser marrón y suave le hacía guapo, que sus piernas delgadas le hacían correr rápido y saltar alto, que sus ojos grandes le permitían ver mejor, pero sobretodo que cuando estaba contento con él al resto de los niños les gustaba más. Pinocho dejó de ser antipático, dejó de insultar, y simplemente se empezó a preocupar por conocer a los demás y dejar que los demás le conocieran a él.



La nariz de Pinocho por fin volvió a ser normal y Pinocho entendió que eso de ser verdadero era tan fácil y tan genial cómo sentirse bien siendo él mismo.


Fuente: http://www.cuentoalavista.com/2013/10/el-verdadero-pinocho.html?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+cuentoalavista+%28Cuento+a+la+vista+-+El+blog+de+los+cuentos+infantiles%29

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