Cuentos infantiles para aprender a aceptarse a uno mismo, comprender las propias emociones y llegar a expresarlas sin dañar a los demás.
Esta es la historia de Rayo Diminuto. Rayo Diminuto era un niño tan pequeño, tan pequeño, que todo le quedaba grande, le quedaba grande la ropa, le quedaba grande la silla, la mesa le quedaba grande. Era tan pequeño que hasta la cama le quedaba grande. Pero Rayo Diminuto, además de ser pequeño, era muy, muy rápido, tan veloz como un rayo, más rápido que un coche de carreras, más aún que un caballo corredor. Podía correr y correr a gran velocidad, tardando apenas unos segundos en recorrer grandes distancias.
Ocurría que a Rayo Diminuto no le gustaba ser diminuto, y a veces se sentía mal por esto. Entonces corría y corría a gran velocidad, corría en espiral, girando en círculos, haciendo cada vez un poco más grande el círculo. Tan rápido corría que se cargaba de electricidad, de mucha electricidad, tanta que hasta el pelo se le erizaba, se le ponía de punta. Y no podía tocar nada porque le daba calambre, y se hacía daño, y tampoco podía tocar a sus amigos porque si los tocaba les daban calambre y les hacía daño.
Rayo Diminuto se sentía triste porque no le gustaba ser tan diminuto, pero cuando se sentía triste, corría y corría y se cargaba de electricidad, haciéndose daño él y haciendo daño a los que le rodeaban.
Una tarde estaba en casa triste porque todo le quedaba grande, hasta la cama le quedaba grande. Y corrió y corrió tanto corrió, tan grande hizo la espiral, que se alejo de su casa, se alejo de la ciudad y llego al bosque.
-¡¡¡Ay!!!, ¡¡¡ten cuidado!!!- escuchó Rayo- que me has hecho daño.
Rayo Diminuto, miró sorprendido hacia el lugar de donde venía aquella voz, y se sorprendió al ver una pequeña hormiga junto a él.
-Me has dado calambre-continuo diciendo la hormiga.
Rayo Diminuto, no sabía que daba calambre a los demás al tocarlos, nadie se lo había dicho. Y tampoco lo había pensado. Se dio cuenta de que sus amigos no querían jugar con él porque los hacía daño y que ninguno se lo había dicho. Rayo Diminuto miró a la hormiguita, era mucho, pero mucho más pequeño que él. Pero ésta no estaba apenada, no parecía importarle su pequeño tamaño. Y Rayo Diminuto le pregunto:
-¿Hormiguita, a ti no te molesta ser tan pequeña?
-¿Por qué me iba a molestar?, dijo la hormiga.- La importancia y el valor de las cosas no se debe a su tamaño.
-Pero si soy pequeño hay muchas cosas que no puedo hacer. Si fuera más grande podría hacer otras cosas. Como llegar a sitios muy altos, y alcanzar lo que está colocado arriba en las estanterías.
La hormiga le respondió: Eso que dices no tiene importancia. Puedes alcanzar lo que está colocado arriba, solo tienes que subirte a una silla o a una escalera. E igualmente puedes llegar a sitios altos. En lugar de pensar lo que no puedes hacer por ser tan pequeño, piensa en lo que puedes hacer, cosas que no otros no pueden hacer.
Rayo Diminuto ya no estaba enfadado, seguía algo triste, pero ahora entendía por qué sus amigos no querían jugar con él. Pero como ahora lo sabía podía cambiarlo. Fue así como Rayo Diminuto dejó de estar triste y de dar calambre a los demás.
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