Cuento infantil para enseñar a los niños y niñas la importancia de valorar a todos y no creerse mejor que ninguno.
Fracho es un payaso de juguete. Era un payaso muy popular y querido por todos los demás juguetes, siempre hacía reír a los demás, por eso era amigo de todos. Era el juguete preferido de todos los niños y niñas, ya que tenía muchos colores, un botón que hacía ruidos, cantaba una canción, tenía luces y muchas cosas.
Era amigo de todos y pronto se acostumbró a ser el centro de atención y a ser admirado por todos. Tanto le admiraban, que poco a poco el payaso de juguete empezó a creer que era mejor que cualquiera de ellos. El payaso de juguete pensaba que era más gracioso, más simpático y más querido por todos los demás juguetes y por los niños y niñas. Tanto se le subió a la cabeza que empezó a reírse de todos sus amigos, disfrutaba burlándose de los otros juguetes y metiéndose con ellos.
Pero pasó el tiempo. Varios años después del payaso era un juguete viejo. Nuevos juguetes aparecieron y ocuparon su lugar. Tenían más luces, más canciones y más colores. Los demás juguetes se quedaban asombrados con los nuevos juguetes.
Los niños y niñas que jugaban con él crecieron y ya no jugaban con juguetes, dejó de ser el preferido de éstos. El payaso de juguete quedó relegado a una estantería, en recuerdo de tiempos mejores para él. Solo, en una estantería, sin ser el centro de atención ni de los demás juguetes, ni de los niños y niñas, el payaso se puso muy triste.
Entonces comprendió y se dio cuenta de muchas cosas de las que antes no se había dado cuenta. Pudo comprender que no había hecho bien al reírse de los demás juguetes, de aquéllos que habían sido sus amigos, comprendió que no debió burlarse de ellos. Se dio cuenta entonces que no era mejor que los demás, que no era ni mejor, ni peor que nadie. Comprendió algo muy muy importante que burlarse de los demás no le hacía ser mejor. Ahora estaba solo y no era importante y menos sin los demás juguetes, sin sus amigos.
Un día estaba llorando, sentado en la estantería pensando en todo esto. Cuando otro juguete viejo se acercó y le dijo:
- No tienes que estar triste payaso, ahora no somos juguetes nuevos, ahora los niños y niñas han crecido y ya no nos necesitan para jugar. Pero no tienes que estar triste. No es ser nuevos y tener más cosas lo que nos hace mejores. Lo que nos hace mejores juguetes es ser capaces de divertir a los niños y niñas, de acompañarlos en sus juegos y despertar su imaginación. Ahora estamos aquí porque nuestros niños y niñas son mayores, pero aún seguimos siendo juguetes, vendrán otros niños y niñas, y aunque no seamos el juguete más moderno, podemos seguir dándole un buen rato de juegos y diversión.
El payaso de juguete volvió a ser querido por los demás juguetes. Y el otro juguete tenía razón, pronto llegaron más niños y niñas, los hijos e hijas de aquellos niños y niñas que habían jugado con ellos. Estos nuevos niños y niñas volvieron a jugar con el payaso de juguete y con los otros juguetes
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