Los padres, actores centrales en el hábito de la lectura de sus hijos.
No puede precisarse con claridad el momento de viraje global. El día en que todo cambió y el mundo 2.0, reforzado por la vieja constelación de medios audiovisuales que crecía irrefrenable, terminaron por darle al mundo la sensación –y la certeza-, de que todo lo que puede ocurrir en el lugar más recóndito del planeta, podemos vivirlo “al instante”.
Lo cierto es que muchos hábitos cambiaron radicalmente hasta encontrarnos hoy, pedaleando por un mundo que no sabemos hacia donde va, pero que no podemos parar.
Como receptores, destinatarios directos de esas transformaciones, los chicos absorben con una naturalidad que asombra, cada propuesta que las nuevas tecnologías ofrecen ante sus ojos y aceptan gustosos el desafío que juega a sus sentidos.
Un desafío que por momentos le gana batallas a la lectura y habilita otras actividades, más promotoras del ocio que de la imaginación, el intelecto, la ortografía, el vocabulario o la redacción pero que no logran desterrarla por completo cuando el hábito se fomenta desde edades tempranas, o bien cuando el mundo y sus avances le exigen transformarse.
El comienzo de la escuela primaria es el momento donde, tanto padres como docentes, comparten el optimismo de que los chicos aprendan a leer y escribir. “Cuando lo hacen tempranamente, estarán en condiciones de aprender los contenidos previstos en las diversas áreas de conocimiento, y por lo tanto, a progresar en la vida escolar”, explica la Licenciada en Ciencias de la Educación y docente Gisela Suazo. “Ese progreso sostenido será el que le permita adquirir los conocimientos esenciales para continuar sus estudios, insertarse en el mundo del trabajo, participar del universo cultural y ejercer integralmente sus derechos como ciudadanos”.
Algo que hará las veces de sostén para superar las dificultades en la interpretación de textos, así como también para sistematizar y esquematizar información.
A pesar de ello, Suazo asegura que “no es tarea exclusiva de la escuela formar lectores competentes y hábiles. Hay que atender a los aportes de la familia y otras instituciones sociales como las bibliotecas, los medios de información y comunicación. Se debe poner el punto de vista en el estímulo de las mejores condiciones para el entorno donde cada sujeto desarrolla su particular conquista de este instrumento y nunca saturado de hastío o esfuerzo, ineficaces”.
“El abandono del hábito de la lectura”, según indica la licenciada, “proyecta una crisis de la actividad que se asocia con otros hábitos relacionados con la literatura, con el acceso y el conocimiento de las obras de autores clásicos, junto a la reflexión acerca del nuevo modelo de lector que se está instalando, denominado como ciber-lector en el que se convertirán los niños del futuro”.
La necesidad de dominar las nuevas tecnologías para ser capaces de leer e interpretar textos literarios es casi un hecho.
“Es sabido que en lo cotidiano nos exponemos a situaciones de lectura que nos requiere la vida social para comunicarnos. Ya sea la lectura de un folleto, nombres de calles, etiquetas, mensaje de texto, publicidades…”, indica Suazo, pero advierte: “La práctica de la lectura se encuentra instalada en cualquier sujeto que entra en contacto con la vida social, pero ello no es suficiente para lograr los propósitos de la escuela que refieren entre otras, a conformar una comunidad de lectores y escritores a través de su participación sostenida en situaciones de lectura y escritura, en las que cada uno pueda desplegar sus propias posibilidades de interpretación”.
“Leer es darle significado al mundo”
Claudia Gutiérrez, docente de primero y segundo grado en el nivel primario, advierte que son extensas las brechas que se instalan en un aula donde hay niños con diferentes historias y vivencias respecto de las situaciones de lectura que les hayan sido dadas.
“Son los padres quienes primeramente crean situaciones de lectura, de alfabetización. Los chicos de primer grado no leen, pero a muchos de ellos les han leído suficientes lecturas, en cuentos, por ello se nota una gran diferencia con aquellos niños a quienes jamás les leyeron”, indica la docente, y agrega, “leer es dar significación a un mundo, y son los lectores quienes le dan significado al texto”.
Pero la escuela, como sede para que el conocimiento tenga lugar, debe promover los espacios necesarios para que el niño lea. “La escuela tiene que brindar situaciones de escucha para que el niño pueda convertirse en un buen lector y escritor. Si bien el adulto, la familia debería ser el instrumento o medio entre el niño y el texto, si ello no ocurre, es la escuela la que debe suplir esas falencias”, advierte la docente, y hace hincapié en que “nunca, como docentes, se deben dejar de buscar los caminos para lograr la mejor manera de la alfabetización”.
Como profesor de nivel secundario, con cursos de primero a quinto año, el profesor de Biología Guido Ratto asiste a muchas situaciones cotidianas en las que percibe con claridad la falta de lectura en concreto, más allá de las responsabilidades. “A los chicos les falta vocabulario”, advierte, “les cuesta expresarse y comprender textos, muchas veces les resulta una tarea ardua. Pero aún así, el docente tiene que seguir intentando. Tiene que encontrar el modo de atraparlo con el texto justo y sacar lo mejor de él. No es fácil, pero no hay que bajar los brazos”.
Leer, en la era digital
El bombardeo de los nuevos medios y sus herramientas, tanto para el ocio como para un aterrizaje casi forzoso en el plano educativo, requieren un análisis profundo en el que puedan absorberse la mayor cantidad de beneficios y desechar todo aquello que obstruya el desarrollo personal de cada individuo en su proceso cognitivo.
“Al entrar en Internet ya estás leyendo”, asegura Yanina Barreto, licenciada en Sistemas y profesora de Matemática, a punto de lograr su Maestría en Tecnología Aplicada a la Educación.
“Desde el momento en que el chico hace clic en un navegador y se le presenta en la pantalla del monitor una página web cargada de enlaces, hipervínculos, imágenes, íconos, botones, el chico está incorporando información, la mayoría textual, a la que debe leer y comprender para decidir cómo participar en la interactividad que la página le propone”.
Según Barreto, “la idea instalada en la sociedad, y en particular en los adultos, de que Internet perjudica el hábito de la lectura, no es tan así. Internet es interactivo, exige participación por parte del usuario y para poder participar, se debe leer y escribir. Si el chico está acompañado y guiado en el uso que hace de Internet por alguien que pueda entender lo que le interesa y que pueda recomendarle sitios y recursos de la web apropiados a su edad, se estará favoreciendo procesos de lectura genuinos. Pero esto requiere un compromiso por parte de los adultos que deben conocer las potencialidades que hoy nos brinda la web, y ese conocimiento no está tan difundido” asegura.
Por su parte, el ingeniero en Informática Nicolás Mosconi afirma que “sigue siendo fundamental fomentar la lectura de libros y de hecho Internet tiene una cantidad asombrosa de información sobre casi cualquier tema en el que uno esté interesado. Las enciclopedias online (como Wikipedia) permiten encontrar rápidamente lo que uno busca, pero para tener un entendimiento profundo y fundado sobre un tema no hay otro camino que la lectura. Por lo general los recursos online -a pesar de ser muchos- no tienen la profundidad que tiene un libro. Aún así, Internet provee una buena manera de encontrar los libros que contienen esa información”.
Los libros “existirán siempre”
“Los libros en formato papel existirán siempre, y no deben dejarse de lado”, vaticina Yanina Barreto. “Cuando nosotros estudiábamos en la escuela secundaria eran nuestra única opción de lectura y vivimos la biblioteca como un espacio al que recurríamos a buscar, a leer, a estar en silencio. Hoy esos espacios ya no son tan visitados; han sido reemplazados por otros espacios de búsqueda, otros espacios de lectura. Y creo que no debemos menospreciar estos nuevos espacios que ofrece la tecnología”.
Son experiencias distintas, donde se conjugan las palabras, los textos, conviviendo con otros lenguajes que a su vez vinculan imágenes, animaciones, sonido, captando por completo la atención de un alto porcentaje de mortales.
Pero aún con todas estas opciones al alcance de la vista, siempre que el espíritu lector se promueva desde los primeros años de vida, poco importará como se concrete esa lectura o a través de que medio. Siempre que se respeten formas y contenidos, los medios digitales serán válidos.
Mientras tanto, el viejo libro de papel, seguirá aguardando paciente, sin las prisas de este mundo, nuestra decisión de saborear otras letras, otras historias, otras formas. Siempre dispuesto a brindar conocimientos concretos o simplemente adentrarnos en ese mundo imaginario que siempre espera ser habitado.