Un nuevo estudio llevado a cabo
por un equipo internacional de investigadores liderado por la Universidad de
Bristol (Reino Unido) ha descubierto que los grillos machos utilizan su
repetitivo canto para atraer a sus potenciales parejas, de modo que cuanto más
enérgica es la trova, mayor es el tamaño del grillo. En este caso a los tenores
no les hace falta afinar la garganta: basta con frotar sus alas haciendo que
produzcan una vibración resonante e intensa. En cierto modo, el mensaje que
emiten es: "Estoy aquí y soy grande". El sonido sirve para que las
hembras localicen a los machos y les permite discernir si se trata de un
individuo de gran tamaño.
Pero el canto no solo depende del
tamaño. Los grillos de árbol, diminutos, casi transparentes y muy escasos, son
capaces de cambiar el tono de su canto con la temperatura. Una de las especies,
el Oecanthus henryi, canta con un agudo y chirriante tono de 3,6 kilohercios
(kHz) cuando la temperatura es de 27 grados centígrados, mientras que ese mismo
canto se convierte en un profundo grave de 2,3 kHz si la temperatura es de 18
grados.
Natasha Mhatre y sus colegas han llegado a la conclusión de que a
medida que las alas de estos insectos se alargan, la frecuencia y la amplitud
de los diferentes modos de vibración se acercan y comienzan a fusionarse entre
sí. La frecuencia del canto de estos animales no está relacionada con su
tamaño, sino con la velocidad a la que el grillo de árbol es capaz de mover las
alas. Según publican hoy en la revista PNAS, debido a que se trata de animales
de sangre fría, la temperatura influye en su actividad, de modo que tienen más
energía y cantan más rápido y con una frecuencia más alta a medida que la
temperatura aumenta. Por lo tanto, el canto del grillo también contiene
información "meteorológica": cuanto más agudo es, más calor hace.
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