Neurobiólogos de Stanford con resonancias magnéticas realizadas a estudiantes de literatura mientras leían, sugieren que novelas complejas activan áreas claves del cerebro. Primero leyeron informalmente, disfrutando de la lectura. Luego les pidieron que hicieran un análisis literario y detectaron cambios en la actividad cerebral. Mientras la lectura informal activó los centros de placer, la lectura crítica aumentó la actividad en la corteza prefrontal que controla la atención, la memoria de trabajo, dirige y toma decisiones.
La reserva cognitiva. En 2007 un estudio detectó que los lectores ávidos aumentan su reserva cognitiva que es el capital intelectual del cerebro. Actividades desafiantes como leer o entrenar la mente, protegen al cerebro de enfermedades neurodegenerativas. Por el envejecimiento de la población, el mal de Alzheimer será la epidemia del siglo. La lectura previene y retrasa la aparición de la enfermedad y reduce el número de casos.
La reserva cognitiva mejora la capacidad para compensar el daño cerebral. Un cerebro activo realiza mejor su función e incrementa la rapidez de la respuesta, ya que mientras se lee, se obliga al cerebro a pensar, relacionar conceptos, ejercitar la memoria y a imaginar,
La lectura también genera temas de conversación, lo que facilita interacción y relaciones
sociales, mantiene al cerebro ejercitado, reduce el nivel de estrés y facilita el sueño.
En el niño es el mejor momento para inculcarle el hábito, porque está todavía desarrollo. En el anciano mantiene su cerebro activo, la lectura diaria es un estímulo más para su cerebro.
Hay muchos que tienen el hábito de la lectura pero que dejan de leer, por perder capacidad visual. En esos casos podrían participar en grupos de lectura o utilizar otros soportes.
Efectos de la lectura. Tiene un impacto importante sobre el cerebro, que se adapta y utiliza, con independencia de la edad, regiones cerebrales destinadas a otras funciones. No hay un sistema cerebral especializado en la lectura, hay que hacer bricolaje con sistemas que ya existen.
La resonancia magnética mide la actividad cerebral. Mediante su uso se detectó que leer activa el sistema visual en regiones especializadas en la forma escrita de las letras, y también en las regiones visuales primarias. Además, el cerebro recurre a zonas especializadas en el lenguaje hablado, puesto que la lectura activa el habla para tomar consciencia de los sonidos y establecer relaciones entre la letra escrita y su sonido. Leer provoca en el cerebro una redistribución de sus recursos. El reconocimiento visual cede terreno a medida que aprendemos a leer y los desplaza parcialmente al hemisferio derecho.
Los políticos en sus discursos, los generales en sus arengas y los enamorados en sus poemas utilizan figuras retóricas para convencer, infundir valor o seducir. La razón de su efectividad es que atraen la atención de quien escucha, se activa la parte frontal del cerebro y se emplean más recursos de lo habitual en procesar a nivel cerebral esa expresión. Cuanto menos natural es la expresión más recursos requiere para ser procesada.
La literatura y las ideas. Los hemisferios se conectan mediante un cable de fibras neuronales. Einstein decía que la imaginación es tan importante como el conocimiento.
Cierre los ojos, imagine su casa, tome una cámara de fotos, fotografíe la primera ventana, luego la segunda, la tercera, si no tiene más ventanas visite alguna casa familiar. Siga con la cuarta, quinta. Ahora intente recordarlas. El hemisferio izquierdo es el que dice un número, el hemisferio derecho creaba la foto. El guión es el que los conecta.
Sin lenguaje no hay ideas. En la literatura nos reconocemos como iguales, valoramos la riqueza de la diversidad y la trama de relaciones que nos vincula. Esta creación artificial que perduró siglos, combinó lenguaje e imaginación porque con la realidad no nos alcanza. La novela existe gracias a la lectura, que es experiencia compartida. El que no lee tiene un límite intelectual y de horizonte, ya que los conceptos no se forman sin palabras. Hablar bien es disponer de la expresión justa para pensar, enseñar, aprender, dialogar, soñar y sentir. La TV prioriza la imagen. Llamar literario a un programa es una forma de decirle aburrido. La literatura cuestiona y alimenta espíritus rebeldes. Sin ella no existiría el espíritu crítico y libre que motoriza los cambios.
Neuroimaginación. La lectura como motor de la civilización es un producto de la mente. Los genes nos brindan instintos y reacciones, el alimento es la experiencia. La capacidad de leer no fue incorporada a la herencia por la selección natural: el tallado del alfabeto en el cerebro es la victoria de la mente y del espíritu sobre la materia. Leer es un aprendizaje de segunda mano. Newton lo dijo: “No soy un genio, estoy parado sobre la espalda de gigantes”. Sin leer aprenderíamos a los golpes.
La concentración. Durante la lectura lenta el cerebro ocupa el 10 % de su capacidad y la
parte inactiva hace perder la concentración. Los distractores son ladrones de tiempo que obligan a retroceder y provocan regresiones. Los distractores son externos: ruidos, teléfono, o internos: ideas parásitas, divagues, recuerdo. Los distractores externos son internos disfrazados que provienen de fallas humanas. La mente es por naturaleza vagabunda y salta de una idea a otra cada 12 segundos. En una hora se producen 300 dispersiones.
Quien lee lento se asemeja al conductor que maneja muy despacio: puede cometer un error ya que divide su atención entre estímulos (la radio, conversar con el acompañante).
En cambio, quien maneja velozmente no puede distraerse ni un segundo: su mente se dirige 100% a la actividad que está realizando. Los accidentes de tránsito provocados por fallas en la concentración son una de las mayores causas de muerte en las rutas. Para el estudiante, son la fuente del estrés y de la inadecuada administración del tiempo.
Si al perseguir un objetivo la mente se dirige en otra dirección, el esfuerzo y el cansancio se multiplican y se pierde energía. Se destinan horas a lo que se podría realizar en minutos.
En lugar de manejar a la mente, la mente gobierna y limita a la persona. Cuando se usa el 90% de la capacidad: el espacio para la distracción disminuye. El que se ocupa aumenta su campo de influencia y control, el que se preocupa genera una distracción paralizante.
La velocidad que se obtiene al eliminar intermediarios onerosos (como la repetición labial o la escucha mental de la palabra), permite un pasaje directo del ojo al cerebro.
Cuando se usa la fuerza de voluntad para dominar a la mente, lo que se intenta reprimir, el obstáculo, aparece como atracción fatal produciendo una fijación en ideas parásitas.
La concentración perfecta hace concordar la intención y la acción, en un estado ecológico de flujo donde el logro se alcanza sin esfuerzo. El secreto es dejar de reaccionar ante los sucesos y elegir el futuro que se anhela, manteniendo la ruta seleccionada. Para lograrlo, los métodos constituyen la mayor riqueza del hombre y la concentración hace la diferencia.
Sinergia positiva. Las primeras herramientas, como la rueda, ampliaron el alcance físico del hombre, las nuevas extienden su alcance mental, evitan tareas que pueden hacer las máquinas. La escritura redujo la memoria, la calculadora el cálculo mental. Lo que no se usa se pierde. Con Google se corre el mismo riesgo, es como una memoria externa que está disponible todo el tiempo. La tecnología expresa nuestra cognición, como una prótesis, pero nos hace dependientes. El capital que tenemos entre las orejas nadie nos lo pude quitar, los métodos que empleamos son tan importantes como el conocimiento.
Para leer algunos cerebros echan vistazos, saltan de un artículo a otro, sacan un poco de cada fuente. No leen online como leerían un libro, se conectan a la red para evitarlo.
Las ideas sobre que el comportamiento humano no cambia de manera súbita, podrían ser alteradas por esta revolución de cambio repentino que tiene el potencial para incluir a todo los demás. Internet juega tantos papeles en la vida, que nos puede estar reprogramando.
El modo de lectura superficial gana terreno. En cambio, en la lectura de un libro, establecemos asociaciones personales, extraemos inferencias y analogías, damos luz a nuevas ideas. Al impedir la lectura profunda se limita el pensamiento, y la información sin guía puede crear espejismos de conocimiento. Cuanto más confiamos en las máquinas inteligentes, menos trabaja la biológica, pero hay que apostar a la combinación. A los cerebros débiles la dependencia los rebaja, los motores de búsqueda son muleta, y no la liberación y ganancia de tiempo necesarias para emplear la energía en otras áreas.
0 comentarios:
Publicar un comentario